A veces pensamos que lo que hacen los demás tiene que ver con uno mismo. A esta forma de interpretar se le conoce como “personalización” y es una distorsión cognitiva (interpretación precipitada, exagerada y a veces equivocada de la realidad).
Algunos ejemplos de pensamientos que contienen esta distorsión son:
“Mi jefe hoy estuvo muy serio, seguramente es porque ayer no me quedé en la oficina a adelantar los pendientes.”
“Mi novio no quiso invitarme a la fiesta con sus amigos, seguramente porque le da vergüenza que lo vean conmigo.”
Luisa piensa que su novio dejó de quererla porque él quitó de sus redes sociales una foto en la que salía con ella. “Borró la foto porque ya no está convencido de seguir conmigo”.
“Mi amiga no se terminó la sopa, seguramente es porque no le gustó lo que preparé de comer”.
Te preguntarás, ¿por qué nos adjudicamos la causa del comportamiento de los demás? Bueno, algunos pensamientos nos dan una falsa sensación de control. Es decir, si yo soy la causa o mi comportamiento es la causa de lo que ocurre a mi alrededor, entonces “conservo el control de corregirlo”. Por ejemplo: Si creo que mi amiga no se terminó la sopa porque no le gustó cómo cocine, entonces “conservo el control de mejorar la receta la próxima vez que la invite a comer”.
A la mente le gusta el control, pero a veces, por querer controlar lo que nos acontece (lo cual puede ocurrir inconscientemente), podemos caer en trampas, como asumir que mis pensamientos son ciertos sin haberlos evaluado.
¡Ojo! No significa que las explicaciones que tengan que ver con uno mismo siempre son incorrectas, pero hay que coger la responsabilidad de preguntarnos por otras explicaciones antes de aceptar lo que dicta mi primer pensamiento.
Entonces ¿cuál es la sugerencia? La próxima vez que consideres que estás personalizando la explicación de algo, pregúntate: ¿EXISTE ALGUNA OTRA EXPLICACIÓN QUE DÉ CUENTA DE LO OCURRIDO? En el ejemplo anterior, tal vez mi amiga no se terminó la comida, porque: ella se sacia con poca comida, tal vez ya había comido antes y estaba s
aciada, tal vez le dolía el estómago, tal vez era alérgica a algún ingrediente de la sopa, etc.
Algunas preguntas que te pueden servir para evaluar tus pensamientos son:
¿Por qué creo que esto es cierto?
¿Hay evidencia de lo contrario?
¿Hay alguna otra explicación para lo sucedido?
Si quieres aprender a evaluar tus pensamientos, la terapia cognitivo conductual es para ti.
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